William S. Burroughs «El profeta cyberpunk de ese virus alienígena llamado lenguaje»
Un día como hoy, un 5 de febrero de 1914, nacía en San Luis Misuri, el alucinante/alucinado escritor, novelista, poeta, ensayista, pintor, artista audio-visual, performer, académico, profesor de escritura creativa y crítico social, William Seward Burroughs II, renovador del lenguaje literario y de las artes performáticas norteamericanas desde la mitad del siglo XX, reconocido como un gran autor posmoderno, y una de las principales figuras de la Generación Beat, como su padre putativo (aunque rechazara dicha asociación) junto a otras referencias de este movimiento como Allen Ginsberg y Jack Kerouac.
Nacido en el seno de una familia acomodada, cuyo abuelo fue nada menos que el inventor de la calculadora en 1882, su vida discurrió entre tragedias familiares que lo llevaron a un rechazo de la normativa social de un lado, y del otro, al estudio, profundización y experimentación tanto en el campo de la literatura como en el de, en un nivel doctoral, la antropología. Shakespeare y Coleridge marcarían la vida temprana de este rebelde satirista, de cara a confrontar las formas y herencias literarias y artísticas de su época y, de la mano de un explosivo cocktail entre la experimentación sexual, la irreverencia social y muchas drogas y psicotrips, mataría a todos sus padres tanto biográficos, como literarios, artísticos y humanistas, consumiéndose él mismo, de forma frenética y accidentada, en aquella pulsión vital de destrucción nihilista (aunque suene a oxímoron).
Su obra más reconocida y fecunda, estuvo entretejida justamente con sus propios y caóticos devenires autobiográficos, especialmente en sus famosas novelas “Queer” (1952, publicada hasta 1985) y “Yonqui” (Junkie, 1953), orbitando de forma torrencial alrededor de las drogas, el deseo y la homosexualidad, a fin de superar el asesinato accidental de su esposa. Posterior a estas obras, y bajo una fuerte adicción a las drogas, esta situación lo llevó a escribir “Naked Lunch” («El almuerzo desnudo», 1959), de la mano de técnicas experimentales que renovarían las vanguardias —heredero del Dadaísmo y Surrealismo—, como por ejemplo inaugurando su famosa y popular técnica del «Cut-Up», que le permitía retar las formas narrativas tradicionales, expandiéndolas a través de re-mixes, de «re-cortes y pegues», collages de fragmentos y la reapropiación de frases y formas literarias que, en suma, aparte de desacralizar la palabra y la noción misma de la autoría, serían la consecuencia lógica a la hora de representar sus propias alucinaciones, y a la vez la experiencia fragmentada y ritmo vertiginoso de la vida del hombre post-moderno, en conexión con “otros” y lo «otro» de una forma más heterárquica.
Sumado a las obras anteriores, destacamos sus novelas más arriesgadas y experimentales, en su “Trilogía Nova”(o la “Cut-Up Trilogy”), conformada por “The Soft Machine”(1961), “The Ticket that Exploded” (1962) y “Nova Express” (1964), que usan técnicas matemáticas y de programación computacional como el “Fold-In”, una variante algorítmica de su consabido Cut-Up, que le permitía generar diversos resultados experimentales, jugando con «pliegues» de textos, en la construcción y deriva de la narrativa, y como una suerte de continuación y secuela “matemática” de su celebre “Naked Lunch”.
Su obra es tan variopinta y alucinante como su propia biografía, con momentos dignos de resaltar, incluso antes de devenir el consagrado escritor, como cuando decidió internarse en la aventura psicodélica de la búsqueda de la Ayahuasca en Colombia (partiendo desde Bogotá hasta llegar al Putumayo), y en otros países atravesados por el Amazonas, a fin de encontrarse con su tan deseada “planta de los Dioses”, que devino en su famosa correspondencia con Allen Ginsberg, “Las cartas del Yagé” (1963).
El otro momento de resaltar, sería justamente la antípoda bibiográfica cuando, después de sus turbulentos años como escritor, en procura de una radical rehabilitación y desintoxicación de las drogas y la locura, decide abandonar la pluma literaria para retirarse a una vieja casa de madera en el campo, y dedicarse a la pintura y a otros hobbies menos vertiginosos y alucinados, como la pesca y la caza, siguiendo su vida en esta deriva, hasta que plasmó su última obra, “Last Words” (1993), en la que se recogería sus entradas de diarios, hasta pocos días antes de partir de este plano, un 2 de agosto de 1997, en Kansas, y así con esto completar de forma magistral su proyecto de rebelión, acritud social y libertad frente al control gubernamental, societal y humano, a través de lo que, según sus últimas palabras, calmaría todo dolor existencial: ¡El amor!
El impacto e influencia de Burroughs en la cultura popular, en las artes y la literatura, en tanto que el gran escritor y artista posmoderno del siglo XX, ha sido de un valor innegable e inconmensurable: desde su impacto en músicos y artistas amigos como John Cage, Merce Cunningham, Andy Warhol, The Beatles, Mick Jagger, Paul McCartney, Led Zeppelin, Patti Smith, David Bowie, Brian Eno, Lou Reed, Iggy Pop, Laurie Anderson, Frank Zappa, Steely Dan, Soft Machine, Gary Numan, Joy Division, Cabaret Voltaire, Throbbing Gristle, Coil, Sonic Youth, Tom Waits, R.EM., U2, Kurt Cobain, Radiohead y Ministry; pasando por filósofos como Gilles Deleuze, Nick Land y Mark Fisher; escritores como J.G. Ballard, William Gibson, Poppy Z. Brite, Angela Carter y Alan Moore; hasta cineastas como David Cronenberg (cuya influencia marcó sus películas “Dead Ringers” y “Scanners”, pero quien particularmente llevaría su “Naked Lunch” en 1992), atravesando la obra de un Jim Jarmusch y Francis Ford Coppola; e incluso, con su guión-novella “Blade Runner (a movie)” (de 1979, tratamiento cinematográfico de la obra de ciencia ficción “The Bladerunner” de Alan E. Nourse), permitiría influenciar el subgénero y estética del cyberpunk, y hasta permitió bautizar la película homónima de culto (basada en la obra de Philip K. Dick) del director Ridley Scott, en 1982.
En suma, larga vida a la obra, rebelión contracultural y revolución estética del mítico “Tío Bill”, el padrino del (cyber)punk y el profeta más radical que definió nuestro mundo actual, para inspirar y continuar esos viajes y aventuras orgásmicas y psicotrópicales, para seguir “disparando arte”, y como rezaba su eterna consigna: de des-contaminarnos de —y a la vez hackear, de la mano de la palabra hablada, la voz electrónica —hacia «La Revolución Electrónica» (1970)—, con todo su fantasma re-mixero, los bucles dentro de la máquina, la sub-versión y la psico-magia verbal—, ese virus alienígena llamado lenguaje. ¡Salut, Tío Bill!